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miércoles, 5 de junio de 2019

Bares, perros, y dueños con muy poca vergüenza


Esta foto la tomé este fin de semana en un bar de León capital, en una terraza llena de gente. Las sillas y los bancos que se pueden ver son de tela, no de plástico, menos las de la izquierda, que son las típicas sillas de terraza. También se puede apreciar como han subido a una silla a un perro, que se encuentra cómodamente sentado, y a sus pies, un bebedero portátil por si le da la sed. Aunque no se puede ver, en la silla en cuyo respaldo hay una chaqueta rosa, también hay sentado un perrito, algo mas pequeño que el de la derecha, y la silla también está tapizada con tela, no es de plástico.

La pregunta que me hago es: ¿cómo permiten este tipo de situaciones los responsables, encargados o camareros de bares como éste?. Y no es la primera vez que me encuentro con algo así, porque incluso he llegado a ver como sentaban a un perro en una banqueta alta de las que suele haber en las barras, y cómo la camarera, desde la parte de dentro de la barra, le iba dando trocitos de magdalena...

¿Nos estamos volviéndonos tontos o que?. Como ya he explicado en alguna que otra publicación, no estoy en contra de los perros ni de las mascotas, pero de lo que si estoy en contra es de que determinados dueños les den el mismo trato que una persona, de un igual, y que el resto tengamos que tragar, llegando a situaciones como la de la foto, donde somos el resto (los normales) los que tenemos que aguantar guarrerías como la que estoy contando. Pero aquí no termina la cosa, porque un momento después de capturar la imagen, el perro se bajó de la silla, y evacuó justo debajo del banco que se ve en primer plano, y por la cantidad que soltó, deduje que llevaba bastante tiempo sin echar una meadita... Inevitablemente y debido a la cuesta que había y a los caprichos de la física, la meada se dirigió hacia el fondo por debajo de la mesa. Otro momento memorable que le debemos en primer lugar a los responsables del bar, y en segundo lugar, al incivismo de la propietaria del perrito que no tuvo reparo ninguno en permitir que su perro hiciese sus necesidades allí mismo, junto al resto de clientes que intentábamos tomar una caña, pero que nos vimos obligados a aguantar dicha actuación magistral. Ah, y una vez aliviado (en este caso aliviada, que era un perrita), se volvió a subir a la silla... de tela.

En ese momento justo fue cuando decidimos levantarnos e irnos tras haber visto todo lo que teníamos que ver. Por mi parte, cada vez que me encuentro con algo así, no solo no vuelvo a ese sitio, sino que si me preguntan, advierto de lo que te puedes encontrar.

Y a esos propietarios como las de la foto, con evidentes signos de falta de educación y vergüenza, no puedo decirles que suban a sus perros a las sillas en su casa, porque si lo hacen en la calle, imagino lo que debe pasar en sus casas, pero a ver si entendéis que los demás no tenemos que comulgar con ruedas de molino y tragar con vuestros caprichos. Que tenéis un perro, no un hijo, y que a los perros no se les puede tratar como si fuesen hijos.

Y a los dueños, gerentes, encargados o camareros de aquellos bares que permiten este tipo de situaciones, me parece muy bien que no queráis perder la clientela con mascotas, pero que sepáis que muchos como yo, no volvemos a los sitios donde nos encontramos con este tipo de situaciones...

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