Corren tiempos extraños sociológicamente hablando, para que nos vamos a engañar. Atrás quedaron aquellos días en los que si querías localizar a alguien tenías tres opciones:
- Ir a buscar a esa persona a donde se encontrara físicamente.
- Llamarlo al teléfono de casa a una hora en la que las probabilidades estuvieran de tu parte y se encontrara allí.
- Volver a intentar cualquiera de las opciones 1 y 2.
Como se puede ver por ahí en alguna de esas frases que la gente pone en Twitter: cojones se tenían antiguamente cuando para hablar con la chica que te gustaba tenías que llamarla a casa y saber que seguramente, contestaría su padre.
Pero por desgracia, todo esto ha quedado solo en la memoria de los que lo vivimos. Después aparecieron los teléfonos móviles, al principio considerados por muchos como artefactos extraños y sólo al alcance de unos pocos privilegiados, pero que de una forma u otra, se fueron haciendo un hueco entre nosotros... y llegaron para quedarse y para cambiarnos por completo.
Primero fueron los SMS (Short Message Service), o sea, un servicio de mensajes cortos para comunicarnos sin tener que hablar, los cuales tenían un precio individual. Incluso en la época en que fueron el sistema de comunicación preferido de la mayoría de los poseedores de un teléfono móvil, si tenías que mandar al carajo a alguien, quedaba raro si lo hacías a través de SMS, y se decía a la cara, igual que felicitar a alguien por su cumpleaños se hacía frente a una caña en la barra de un bar, por poner un ejemplo.
Pero de repente, los terminales dieron un paso adelante, y pasaron a llamarse Smartphones (teléfonos inteligentes), y ya no solo eran para hablar por voz y mandar SMS, sino que permitieron la instalación de aplicaciones bajo un sistema operativo. Y fue aquí cuando apareció una app llamada WhatsApp. Su aparición estuvo a la altura de la invención de telégrafo, o casi. Con ella, podíamos mandar mensajes sin limitación de caracteres y sin ningún tipo de coste, sólamente se nos exigia el contar con una conexión de datos.
Lógicamente, como por aquella época no existían aún las tarifas planas de voz, la gente empezó a dejar de llamar y a sustituir las llamadas por las letras de los mensajes, y eso volvió a cambiar todo el panorama. ¿Que necesidad había de cortar con la novia, no ya en vivo y en directo, o nisiquiera a través de una llamada de voz pudiendo hacerlo con un mensaje de texto, y además sin pagar un chavo?...
Y así nos va... cada vez hablamos menos y cada vez escribimos mas. Lo cual nos lleva al protagonista de estas líneas: los estados de WhatsApp. Según la propia empresa WhatsApp, la definición de estos es la siguiente:
Con los Estados de WhatsApp, puedes compartir texto, fotos, videos y GIF que desaparecen a las 24 horas. Para recibir actualizaciones de estado de tus contactos y que ellos reciban las tuyas, tanto tú como tus contactos deben tener sus respectivos números guardados en la libreta de contactos de sus teléfonos.
O sea, que lo que pongas en un estado, permanecerá visible para todos los contactos que te tengan en su agenda durante 24 horas, pasadas las cuales, se borrara automáticamente. Y aquí es cuando viene la última moda, la de usar estos estados para decirle algo a alguien, pero sin decírselo directamente.
Pero lo mejor es poner un ejemplo. Imaginemos que hoy, volviendo del supermercado, me he cruzado con un colega, con el que, por el motivo que sea, ultimamente las relaciones se han enfriado un poco/bastante debido a que en su día le presté 100 €, pero que a fecha de hoy, no los he vuelto a ver, ni al colega tampoco, y al cruzarme con el, hace como que no me ve.
¿Que sería lo lógico? Llamarlo y decirle que cuando me piensa devolver los 100 mortadelos.
¿Que se hace según la nueva moda? Pues pones un estado en WhatsApp que diga: «Tenemos algo pendiente, no creas que se me ha olvidado», pero sin poner nombres ni nada que lo relacione con la persona en cuestión.
¿Que pasa con esto? Pues que no solo le llega al susodicho moroso, sino que además lo leen todos los contactos que se tengan en WhatsApp y que ellos te tengan a ti. Y ahora tienes a la mitad del personal pensando "¿Se referirá a mi?", "¿Se me habrá olvidado devolverle el taladro que me prestó?", "Mierda! se me olvidó llamarlo el día de su cumpleaños"... Y con este sistema, si lo analizamos tranquilamente, veremos las infinitas posibilidades que nos ofrece para decir las cosas, pero sin decirlas.
Y digo yo, ¿que carajo nos importa al resto de tu agenda lo que tu tengas con una persona concreta?.
Pero esto no se puede parar. La pregunta que se me viene a la mente es: ¿Qué será lo siguiente?. Igual dejamos de escribir para usar solo emoticonos, o sea, mas sencillo todavía, algo en el plan:
👆✋🏃💰👊💀 -> Hey, quieto parao, no corras que me debes pasta! que te vas a buscar la ruina!
A lo que el colega te responderá:
👐🚶👀👪💲🙏 -> Espera tio!, que iba a andando, no corría, y no te vi! Tengo familia y estoy sin un duro. En cuanto pueda te pago lo que te debo.
Igual es una locura, pero un buen uso de los estados es, por ejemplo, si quieres que todos tus contactos vean un par de buenas fotos de las vacaciones, y así te evitas mandarlas individualmente, por ejemplo.
No se, ahí lo dejo...
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