Ingredientes:
- Pimientos picantes frescos (rojos o verdes), o guindillas, pero frescas, no secas
- Aceite de girasol
- Bote de cristal con tapa de rosca
Lavamos bien los pimientos, quitando las semillas y los troceamos. En una sartén ponemos los pimientos y añadimos aceite de girasol, que no llegue a cubrir las guindillas, que quede por la mitad aproximadamente.
Ponemos a fuego medio, y dejamos que se vayan friendo, con cuidado de que no se quemen y se pongan negros. Cuando veamos que ya están blandos y cocinados, apartamos del fuego y dejamos enfriar un poco.
Lo pasamos todo a un vaso de batidora, y los trituramos dejando los pimientos triturados a un tamaño que sea de nuestro gusto. A mi personalmente me gustan bien pasados. Luego lo vertemos todo al bote de cristal y dejamos enfriar. Al cabo de un rato, el pimiento se habrá asentado en el fondo, y por encima quedará el aceite, lo que hará que se conserve durante el tiempo que queramos.
A partir de aquí, cada vez que queramos usarlo, solo tendremos que abrir el bote, mezclar con una cucharilla y poner un poco encima de lo que queramos.
Nota: Se puede usar aceite de oliva, pero personalmente lo prefiero de girasol, ya que a mi el picante no me gusta que tenga sabor, solo el picor, y algunos aceites de oliva son fuertes y aportan su característico sabor.
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